Nš 24/ Otoño (septiembre) de 2013     HARTZ
     
     
  ANTONIO COSTA GÓMEZ   
     
  LAS PRIMAS SE HUNDIERON

Las primas se hundieron en los hondos baúles.
Las bailarinas se ahogaron en los espejos.
Hubo una música que vino a destruirlo todo.
Quedaron restos de amores por las baldosas.
Un recuerdo de ausencia brilló por la ventana.
El extravío se asomó por la puerta.
Los labios de la abuela se llenaron de ajenjo.
Le vendieron las armaduras mientras ella dormía.
Quedó distancia lívida en los tapices.
Fue cayendo lentamente a oscuras el oxidado sueño.
Al amanecer sólo quedaba verdor y tristeza.
Los muebles se tiñeron de verde.
Los bargueños se colorearon de desdicha.
La pasión de las mujeres oscureció las cortinas.
Lobos grises meditaron en las salas vacías.
Seres de silencio hicieron el amor con las muchachas inciertas.
Las plantas inyectaron todos los ámbitos.
El polvo del desvarío cubrió todas las colchas.
En un día azulado surgieron árboles blancos en el jardín.
Un sol purpúreo se acercó a ellos ciegamente.
Y la vieja Sonámbula se enlazó con el Extraño.
Una tormenta horrible aprisionó los cuartos
para hacerlos de siglos y delirios.
Los escritorios parieron su propio rostro
y los espejos sangraron con pensamientos.

 
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