Nº 3/ Verano (junio) de 2003 | HARTZ |
CENTENARIO DE ALEJANDRO CASONA
LA BARCA SIN PESCADOR |
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JOSÉ MANUEL FEITO | ||
Autor nacido en Pola de Somiedo (Asturias) en 1934. Dedicado a estudios de etnografía, artesanía y folclore, también ha publicado poesía: Silencio íntimo (1976) y Cuánta noche en mis manos (1986). |
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¿A quién no le apetece ver al diablo
en persona vestido de frac... ante un banquero, un Mario Conde, por ejemplo,
cuya fortuna esté al borde de la quiebra, hablándole de tú
a tú de negocios en la Bolsa y brindándole incluso un
"pelotazo" que le va a hacer recobrar de inmediato todo lo que había
perdido?
Todo a cambio de un asesinato de guante blanco, sin sangre y
sin cuerpo de delito ni testigos... Es el tema que nos propone Alejandro
Casona en esta comedia de tres actos, estrenada en el Liceo de Buenos Aires
el 24 de agosto de 1945. El tema no es nuevo, pues se basa en el conocido cuento
de "el mandarín" que usó primeramente Jacobo Rousseau, luego el
Conde de Chateaubriand, Eça de Queiroz, Balzac (en Papá Goriot),
Pío Baroja (en Juventud, Egolatría), etc. El
cuento es "tan breve como inquietante" y que Casona, en palabras de un
biógrafo, desease que se incluyese en todos lo programas dice así:
En el más remoto confín de la China vive un
mandarín inmensamente rico, al que nunca hemos visto y del que ni
siquiera hemos oído hablar. si pudiéramos heredar su fortuna,
y para hacerle morir bastara con apretar un botón sin que nadie
lo supiese... ¿quién de nosotros no apretaría el botón?
Robar y matar, los dos mandatos que van de la mano desde el
"yo ni robé ni maté" que se escucha invariablemente en los
confesonarios, hasta el robar y matar encubiertos con engañosos nombres
e hipócritas actitudes. Ese pacto mefistofélico con el diablo,
que tiene lugar aquí nos lleva hacia otros mundos, hacia un país
remoto, como en los cuentos de hadas, pero geográficamente vivo.
Cuando el protagonista desembarca en él, esperando encontrar allí
el cuerpo de delito de su firma, encuentra la paz de su conciencia, y la muerte,
sin puñal ni sangre, es su mayor enemigo. En el cuento del mandarín
no sabemos quien pudo haber apretado el botón, en la historia de "la
barca sin pescador", el protagonista sí que lo apretó, de su
puño y letra, siendo al tiempo víctima de un engaño.
¿No es el diablo el padre de la mentira? Sin embargo al final terminará
triunfando la verdad, el amor y la justicia.
El diablo ha desarrollado su estrategia. Espera sacar partido
de ella. Además es un buen conversador:
"Cuando eras
niño y tenías fe soñabas conmigo muchas noches." ...
"Yo siempre dejo siempre para los hombres el mal cuarto de hora que vosotros
elejís para las mujeres." ... "Hay tres diablos distintos, según
las jerarquías de las almas. El aristocrático para tentar a
reyes y santos. El apasionado y popular para poetas y campesinos. Yo soy el
diablo de la clase media." ... "Pasaba por la Bolsa... mientras vosotros
os preocupáis sólo de la miseria y la economía, yo sigo
ocupándome exclusivamente del alma." ... "Un crimen... lo único
que te falta... Hay crímenes sin sangre... Cuando eras niño
pobre rondabas los muelles buscando plátanos podridos para saciar tu
hambre. Treinta años después hacías arrojar al mar cientos
de vagones de plátanos para hacer subir los precios. ¿Cómo
llamarían a eso los niños hambrientos que siguen merodeando por
los muelles?"
El Maligno llega incluso a quejarse en algún
momento del mal comportamiento de los hombres con él:
"También los santos se han portado bastante mal
conmigo. Y sin embargo, si no hubiera sido yo, no hubieran sido ellos. ¡Lo
que yo trabajé por su santidad, privándome del sueño,
tentándolos... hasta las cuatro y las cinco de la madrugada! Pero los
pobres... yo creo que ni siquiera me entendieron. No supieron comprender que,
en la historia del cielo, ellos eran el capital y yo el trabajo."
La última observación es el voluntarismo
que sacude toda la obra. No es el acto en sí lo importante, el crimen
en este caso, sino el deseo, la voluntad de llevarlo a cabo. El mismo
decálogo repite de algún modo dos de sus mandatos
desdoblándolos en el acto y el deseo. Uno de ellos es el robo
y el otro el deseo de los bienes ajenos. Quien desea de verdad llevar a cabo
una mala acción terminará embarcándose en ella. Buda
decía que el deseo es la causa de nuestros males.
Casona en su drama nos deja al descubierto, bisturí
en la mano, la fuerza del engaño, pero sobre todo, su modo de acabar
con él: el día que no quede en el alma de Ricardo Jordán,
el protagonista, ni un solo rastro de lo que fue: "ese día Ricardo Jordán habrá matado a
Ricardo Jordán ¡sin sangre!"
El diablo en retirada comenta: "El amor: siempre se me
olvida ese pequeño detalle y siempre es el que me hace perder..."
Si a todo esto añadimos los rasgos de humor, de que está
sembrada toda esta historia de amor sin muerte, tenemos los componentes de
una hermosa comedia.
J.M.F./17-mayo-2003
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