RÉQUIEM |
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El hombre que arde sobre las calles de esta ciudad |
con la mirada colgada de un imperdible horizonte |
y una mueca herida orgullosa tal vez arrogante |
es un ser sin miedo forjado en el lar de su memoria. |
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Es el hombre fraguado con acero y cerámica |
que dejó atrás los doctorados en eternidad |
para ser el errante aprendiz de cenizas y nada. |
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Y si en el camino celebra el perfume de alguna mujer |
con él siempre va la leve nostalgia del aroma de otra. |
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Es el hombre que habita en la música de la esquina |
quien sonríe por fuera y ahorcado grita por dentro |
escribiendo a cada paso la liturgia de las sombras. |
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El hombre fusilado al despertar por las metrallas de luz |
mira a sus hermanos con casi tanta ternura y piedad |
como cada noche acaricia su espalda destemplada y vieja. |
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Gloria a quien vele cada huella del hombre anochecido. |
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