Nº 10/ Invierno (marzo) de 2006     HARTZ
   
  JOSÉ MANUEL LUCÍA MEGÍAS
   Nacido en Ibiza en 1967;  es Doctor en Filología
Románica y notable cervantista. Como poeta ha
publicado:  Libro de horas (2000),  Diario de  un
viaje  a la tierra  del dragón
 (2004),  Prometeo
condenado
(2004),  Acróstico  (2005) y Cancio-
nes y otros vasos de whisky
(2006).
   
  MÉXICO  
  HOTEL DIPLOMÁTICO  
 
Desde la sexta planta del Hotel Diplomático,
tengo la ciudad de México a mis pies:
tablero abierto para jugar a descubrir infamias.
Aquellas luces parpadeantes descubren sueños interrumpidos.
Un coche cruza Insurgentes, soledad en tres carriles,
sin huellas de ninguna presa nocturna en sus llantas.
La misma colonia de siempre hace irrespirable el aire.
Un avión cruza por encima del hotel y sus luces
llenan de un arco iris instantáneo el horizonte de D.F.
El ruido es lo de menos. Uno termina por acostumbrarse a todo.
En la habitació,n de al lado, las ceremonias del sexo
se viven en estéreo, a través de los pliegues de las puertas…
con una soledad que se llena de babas a estas horas
En una esquina, triste esquina iluminada por una farola,
un niño recoge una colilla del suelo “para después de cenar”
sin imaginar que no habrá esta vez amanecer para sus ojos.
A lo lejos, se oyen viejos huesos de camiones
que van limpiando la ciudad de la lágrimas que nunca vertimos.
En pocas ciudades del mundo, el ayuntamiento ofrece tal servicio.
El zócalo debe quedar lejos, a las espaldas del Diplomático.
Un zócalo que sigue luchando contra las leyes de la geometría.
Sin luces, las aguas subterráneas de la ciudad de México
siguen ahí,, recordando que todas estas luces se levantan
sobre el lecho de sueños rotos y de laguna anegada.

México es un tablero de luces a mis pies durante esta noche,
desde el ventanal del sexto piso del Hotel Diplomático.
Mi cama de varios metros llena de flores la habitación:
Sólo he sido capaz de deshojar una de sus esquinas.

  SEIS Y MEDIA  
 
Ya se levantan las sombras.
Ya los edificios comienzan a perder sus contornos
y los coches tienen que vestirse de verbena
para seguir llenando de serpentinas
el asfalto de esta ciudad sin sueño.

Ya se levantan las sombras de las alcantarillas.
Dentro de unos minutos los habrán cubierto
todo…
y no quedarán ojos en ciudad de México,
ni manos, ni pies, ni esquinas misteriosas y puntiagudas.
Dentro de unos segundos, como por arte de magia,
toda ciudad de México será un inmenso cuarto oscuro.

Dicen algunos que no hay por qué preocuparse,
que este fenómeno tiene un nombre: atardecer
y que en todos los lugares se repite una vez al día.

Pero tú y yo sabemos que no,
que mejor no poner nombres,
que mejor no buscar explicaciones
a las sombras.

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