Nº 24/ Otoño (septiembre) de 2013     HARTZ
   
  MARÍA ANTONIA ORTEGA 
   
  EL EMPARRADO  
 
“(...) los ndembu piensan que la mujer, al no engendrar
hijos y desperdiciar su sangre menstrual, está renunciando
activamente al rol que la espera de mujer madura y casada.
Está comportándose como un hombre matador y no como una
mujer nutridora. Es una situación análoga, aunque modificada
por la matrilinealidad, a la de esta declaración del antiguo
código judío de Quaro: “Todo hombre está obligado a casarse
con una mujer para engendrar hijos; y aquel que no cumple
con este deber es como uno que derrama sangre”.

VÍCTOR TURNER: SÍMBOLOS EN EL RITUAL NDEMBU

“Dichosa la estéril sin mancilla... cuando sean juzgadas las
almas se verán sus frutos”.

SABIDURÍA 3:13

“Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotros y
por vuestros hijos, porque mirad, llegará el día que dirán:
Dichosas las estériles, y los vientres que no han dado a luz y
los pechos que no han criado”.

EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 23, 27-31

No sólo había escarnecido la moralidad de la institución
familiar, sino que, además había escarnecido la economía
del matrimonio, que con siste en la producción de hijos,
demostrando públicamente que se puede ser estéril a elección
y con absoluta impunidad.

EN LA CIUDAD, WILLIAM FAULKNER

 

El retrato de mis padres jóvenes,
mi Dios.

 

ARABESCO:

Nacídelentusiasmodelabellezadelmomento.

Mis padres se doblaron
con la luz de la tarde,
plegándose
como las sillas de lona a rayas
del emparrado.

Ah, mis padres eran todavía
demasiado jóvenes y bellos
para resignarse.
Nací de su entusiasmo.

Ahora vuelvo a la casa de mis abuelos,
a la Casa del tiempo:
su latido todavía como un niño
jugando al escondite inglés
en la eternidad,
intercambiando para su álbum de cromos
el paso de las horas
por el compás de unos remos.
La casa de los abuelos es ahora
un arado flotando en el mar.
Después de tanto tiempo,
¿me reconocerán, sabrán quien soy,
ahora que el huerto está abandonado,
y hay en él más pájaros que flores?

Porque no me he reproducido
multiplicándome,
sino dividiéndome sin fin, sin fin,
en círculos concéntricos hacia dentro.

No he vuelto a la casa del padre,
sino a la de los abuelos,
más lejos todavía.

Quede mi memoria, abuelos,
aunque sea de forma efímera,
entre las ondas del agua
como una corona de flores
o un ramo de novia deshaciéndose,
y no sobre las huellas del barro seco.

No he dado muerte, no he dado vida, no he dado muerte,
no he transmitido la condición mortal;
pero este camino es también tan largo
como el de las generaciones,
y se refleja en algunos rostros
como los padres en los hijos.
Escribo poesía,
escribo poesía
porque he salvado así
la vida de mis hijos.

 
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