Nš 14/ Verano (junio) de 2008 | HARTZ |
APARICIÓN (14)
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Tornasolando el flanco a su sinuoso
paso va el tigre suave como un verso.
Enrique Banchs
El esteticismo de estos versos de Banchs es evidente. Tornasolando-sinuoso-paso: expresan con
armonía el andar flexible del felino, flexibilidad asimilada a las líneas mismas que la describen, con lo que
la naturaleza se hace arte, privilegiándolo.
El impulso de la rima en el soneto, pues de un soneto forman parte
estos versos iniciales, llevará a rimar terso con verso, perverso..., consonantes, como se ve, previsibles
pero oportunos. Porque nada conviene más al verso suave que prolongarse en terso, aunque en realidad "lo terso"
se refiera al topacio del ojo del tigre que acecha, feroz, su probable presa. Se prosigue así la conversión
de la naturaleza en arte, y "lo perverso" es igualmente apropiado a la fiera.
No hay ripios, por tanto, material de relleno
en ese movimiento descrito, que se inicia con el tornasol del flanco del felino, sino una precisa dirección
descrita hasta la última frase del soneto. Frase que lo cierra sorpresivamente: "Así es mi odio".
Bastaría comparar estos versos con aquellos conocidos de un soneto de Jorge Luis Borges, dedicados a Alfonso Reyes,
para hacer ver la diferencia. Comparación maliciosa, dígase, pero que podría justificarse.
También Borges ha rimado terso, en su caso con universo. Sin embargo, lo de que "las precisas leyes... me permitieron
compartir el terso/ trecho del curso con Alfonso Reyes", suena tan mal, que a los que oyen o leen con atención no les
pasarán inadvertidos los ripios. El "trecho" no tiene por qué ser necesariamente terso, podría
calificársele de cualquier otro modo, y las leyes rimadas con reyes, previsibles y necesarias en una obra de teatro
español, imprimen al cuarteto un sesgo casi cómicamente burocrático.
"Las precisas leyes me permitieron compartir el terso trecho, etc." tiene poco de poesía y si ha de buscarse algo de poético, se halla
en "lo terso", pero "lo terso" es aquí prescindible y terso y trecho repiten sonidos que sólo en virtud de la
pausa métrica disimulan su disonancia.
La comparación, decíamos, puede justificarse. En fin de cuentas, el estetizante
Borges admiraba al esteticista Banchs, y el contraste muestra hasta qué límites llegaba el esteticismo
antes y después: antes de perder históricamente sus apoyos y después, cuando
el culto de la belleza ya no podía erguirse desenfadado, estar exento.
Los versos de Banchs se publicaron en 1911, unos años antes
de la Primera guerra mundial. El odio con que termina el soneto se traslada, negándolo,
a la segunda parte, otro soneto cuya primera palabra era ésa, odio. Así, tras la
descripción del tigre, como objeto de arte, viene ahora la exposición de las
pasiones: el choque de los sentimientos en la identidad poética.
A la exacta descripción del tigre ("la testa chata entre las garras finas...") corresponde un preciso
trazado de la evolución del sujeto ("antes era mi ser todo tormenta..."), para llegar a
la unidad de sí mismo ("soy hogar de sólo una energía...", [en el] "amor
pensativo y doloroso"). Y concluye el poema, revirtiendo todo ello, en la imagen de una naturaleza
invernal: el yo, sin palabras, como un lago entre montañas.
La conveniencia del comentario anterior está indicada por la continuación
de las Incidencias del yo contemporáneo, donde oportunamente se cita a
Banchs con observaciones adicionales de interés. Y el epígrafe de que hemos partido
se completa con el de la Portada, en el que la
palabra teoría habrá de entenderse en el sentido de 'procesión' en la frase
"teoría de estrellas", recordando que etimológicamente es 'contemplación'
(del gr. θεωρεω, 'yo contemplo') y que, de ese modo, se relaciona con la voz teatro (derivada
del gr. θεαομαι, 'yo miro, contemplo'). Esas acepciones no le son ajenas a este fragmento de
verso que, por el juego de los vocablos seleccionados (nótese la delicadeza y sonoridad de
la expresión), denotan la ascendencia todavía modernista de su factura.
Los epígrafes aludidos que sirven de marco al número 14 de
Hartz, del cual es introductorio el presente texto, merecen un comentario más.
Si la cultura contemporánea ha terminado por dar primacía a las unidades
mínimas –una cultura literaria que se basa en fragmentos, en aforismos, en la
producción de haikais y micronarraciones, en la abundancia de obras de selección y de
resúmenes–, no quiere decir que adoptemos tal tendencia sin reservas. Porque con
ella se logra, por un lado, efectuar recortes, desgajar de conjuntos y contextos unidades susceptibles
de ser manipuladas; por otro, propiciar la ilusión de densidades y amplitudes. Ilusión
buena para candidatos al título de eruditos a la violeta,
pero no para los propósitos de esta Revista.
Y puesto que internet es medio, con tanto barullo de servidores, de portales, de
foros, de blogs y de bisuterías e informaciones inciertas, que se presta con gran
liviandad e impunidad, al ejercicio de las erudiciones fáciles, es tiempo ya de que
empecemos a ver claro en qué medio nos hallamos y cómo nos situamos.
El texto Las ilusiones de la red está llamado a esclarecer los aspectos concernientes a
internet y su relación con la cultura contemporánea. No se descarta
la posibilidad de convertir el tema en objeto de una serie, como la de las Acotaciones de
actualidad: Los poetas y el dinero que, tras la introducción del
número anterior, prosigue en éste en su Primera Parte.
Seguimos siendo polémicos, por consiguiente, con una agresividad incluso,
que preferiríamos no desplegar, pero que parece perentoria en tiempos de crisis,
no sólo de crisis económica sino de crisis cultural, crisis de valores.
Podrá argumentarse, con frase vulgar, que acercamos el ascua a nuestra
sardina, como en el artículo Contra Sábato y a favor. Pero si se lo lee
con cuidado, se advertirá que en él se arremete contra esa cultura a la violeta
que internet favorece; contra la pretensión de legitimidad de unos valores intelectuales
no suficientemente probados.
Apostamos por los juicios de calidad, para bien de nuestros amigos y navegantes.
La cantidad de reseñas en Envíos
refleja el interés por parte de los autores de que se reseñen sus obras en Hartz.
Hay variedad en los poemas y poetas incluidos,
con la sorpresa de traducir una composición de Eavan Boland, destacada personalidad de la
poesía irlandesa en inglés, aún mal conocida en lengua española.
El sumario de este décimo cuarto número es como sigue:
¡Y zarpe Hartz sin más dilación!
Madrid/27-julio-2008 |
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