Nº 26/ Primavera (marzo) de 2016 | HARTZ |
APARICIÓN (26)
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HARTZ EN MARCHA |
Y ¡ay de aquellos que callaren, porque de parleros se han tornado mudos!
San Agustín
A la vacilación se unieron los percances que habían de impedir que se renovaran los textos integrantes del número
26 prometido, que ahora inauguramos formalmente.
De esos percances, por ser personales e internos a la actividad de edición de Hartz, nada
diremos. De nuestra vacilación conviene exponer, de modo ajustado a los hechos, lo siguiente.
Muchísimas publicaciones de poesía se encuentran en Internet; las hay excelentes, buenas, regulares, malas,
pésimas. Hartz, que desde el inicio aspiró a mantenerse entre las mejores o, por lo menos, entre las más atractivas, es probable que haya
sido además una de las primeras revistas de poesía en lengua castellana, publicada en Internet a principios del siglo XXI.
No nos interesa reivindicar tal primacía. Ni siquiera que nuestra bitácora haya sido, en realidad, uno de los
primeros blogs, o sea web–logs (log = 'bitácora', en inglés) publicado en castellano. Aunque no haya tenido las
características formales ni la relevancia que distingue a los blogs en la actualidad.
Y lo cierto de ello radica en que tardíamente se fue llegando en el mundo hispánico a lo que ya tenía realización y auge en
otros medios y lenguas. El libro de Jane Dorner, Creative Web Writing, editado en 2002, el año en que Hartz se publicó por primera vez en
Internet, se ocupaba de los blogs con detalles, como testimonio de la importancia que ya habían empezado a cobrar en el espacio electrónico en lengua
inglesa.
Otro tanto habría que decir de la poesía. Dorner señalaba la amplitud de horizonte que ofrecían las páginas
web a los poetas y establecía relación entre las tradiciones de la poesía concreta, la poesía visual, los intentos
poéticos de Schwitters y Queneau, y la entonces recién bautizada y ya atrayente, en medios anglosajones, ciberpoética.
Pero para esos años publicar poesía española en la Red aún era una aventura. El establishment literario
español, si puede tipificársele de ese modo, o por lo menos quienes cerraban filas ante cualquier novedad, desdeñaron a la sazón figurar en
las pantallas de los ordenadores. La literatura —y en especial la poesía— seguía siendo asunto grave para hacerla descender, desguarnecida,
a esas arenas.
No sería sino cuando ya los blogs se habían convertido en un recurso o extensión corriente de escritores, y Facebook y demás
redes sociales se tornaban imprescindibles para toda clase de público, que las publicaciones de poesía se volvieron moneda corriente en castellano:
calderilla de poemas y de poetas en cierne o ya cernidos por la crítica y los premios.
Pero para entonces, avanzada la década, la curva de los estilos había inflexionado. De ahí que el relato de Juan Cano Ballesta,
Nuevas voces y viejas escuelas en la poesía española (1970–2005), resultara manido. El cambio real había empezado a darse en
los versos de aquellos jóvenes veinteañeros que Cano Ballesta no menciona y que Hartz publicó en los años 2003 y 2004:
Aarón García Peña, Álvaro Tato, Chus Arellano, Francisco Sevilla, Modesto Calderón, Miguel Pastrana, Óscar
Curieses,
en 2006: Jesús Malia,
y a fines de la década y principios de la siguiente los que empezaban a ser treintañeros:
Begoña Callejón, David Carril, David Fernández Rivera, Iñaki Echarte Vidarte, Lucía Fraga, Miguel Ángel
Manzanas, Pablo Luque Pinilla, Rafael Saravia, Sonia Betancort... (Cotéjese en Índice de Autores.)
Las cartas estaban echadas y era cuestión de tiempo. No es de extrañar que hacia 2010 la situación se
hubiese definido. Un año antes Neus Arqués había publicado Marketing para escritores, con lo que significaba de anuencia a las
"nuevas tecnologías" y de entusiasmo por la comercialización de la literatura.
Todos los poetas —españoles y no españoles— estaban ya emplazados en la Red. La crítica, siguiendo la
argumentacion de Afterpop, la remató con peticiones de principio, razonamientos contradictorios y una vasta erudición à la page
en inglés, que no resolvía la confusión ideológica agazapada en el libro de Fernández Porta.
Cuando en 2014 se discontinuó Hartz, estábamos advertidos. Por fin los más jóvenes hoy, que saben lo que quieren,
independientes, muy dueños de sus voces algunos, están haciendo salir de la penumbra a la poesía en lengua española. Es su momento
luminoso. Surgidos del vórtice de los sucesos que agitan la España actual, tienen 20, 22, 24, el mayor rozará los 30, años de edad.
Lejos de las antinomias que perturbaron a sus mayores y de la crítica convencional, gozan de su propio mundo de relaciones y expectativas.
La batalla de los estilos, y la secesión y victoria resultantes, la libran ahora unos pocos que pasan de los 40 años y,
en gran parte, los menores de 40. El tiempo nos rebasa...
¿Qué hacer ante ese decurso? ¿Seremos una revista más, amojamada, de Internet? ¿Resignarse a ser anacrónicos?
Es esa nuestra perplejidad. Henos aquí, sin embargo, con nuestro fardo de dudas. Porque no defraudaremos la confianza de los navegantes.
Efectuados los cambios que se anunciaron en el número anterior y con la salvedad de que pronto
Envíos sufrirá alteraciones urgentes, a este 26 se le organiza del siguiente modo:
¡A darse prisa, timonel, que Hartz ha de surcar los espacios
de internet!
X.–14-junio-2016 |
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