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DE LAS ANTOLOGÍAS: NO SOY TU MUSA El interés por traducir un poema de Paula Meehan nos llevó al
descubrimiento en internet de que ya habían sido traducidos algunos poemas suyos y que estaban incluidos en la
antología preparada por Carlota Caulfield, No soy tu musa (véase nota y ficha bibliográfica
completa en Envíos). Asimismo, nos enteramos de la reseña que en su día Jaime
Siles escribió para el suplemento cultural de ABC (agosto de 2008).
Puesto que Siles ofrece la
información básica sobre cada una de las autoras seleccionadas y Carlota Caulfield, por su parte, resume en notas bibliográficas los datos principales de sus carreras
literarias, no insistiremos en el conocimiento de esta parcela de la poesía irlandesa, que comprende la obra escrita
por mujeres desde finales de los años sesenta hasta la actualidad.
El prólogo de John Goodby, además,
constituye una buena introducción en la que se exponen los probables motivos, de índole social,
histórica y cultural, por los que las poetisas y sus obras, en Irlanda, tardaron en surgir y convertirse en
decisiva corriente literaria, merecedora de la atención del público y la crítica. A un tiempo, Goodby
celebra y caracteriza las figuras de las ocho poetisas (Eavan Boland, Eiléan Ní
Chuilleanáin, Nuala Ní Dhomhnaill, Rita Ann Higgins, Paula Meehan, Medbh McGuckian, Sara Berkeley y Catherine
Walsh), de cuya producción Caulfied ha escogido poemas representativos. Completa la antología una amplia
relación bibliográfica y, al final del volumen, las notas explicativas sobre algunos poemas en cuestión.
Tanto se traduce y se publica en la actualidad poesía de otros idiomas al castellano, que se impone
una breve reflexión al respecto. Parece como si con esa actividad febril traductores y editores no se dieran cuenta
cabal de la importancia de verter al castellano poetas que el público puede apreciar o desestimar, según las
calidades, las circunstancias y el momento en que se decide darlos a la estampa para su divulgación.
No todos los
autores corren con la misma fortuna. El hecho de que sean traducidos pesa muchas veces en la balanza de la simpatía,
deferencia y estima en que se les llegue a tener. Porque aun cuando los hábitos usuales de publicación
favorezcan ahora las ediciones bilingües, lo cierto es que no se advierte que, según los casos, además del
desconocimiento probable de los idiomas en que originalmente se han escrito las obras traducidas, ha de contarse con la
desidia e los lectores. La versión castellana constituye imán suficiente para que la lectura se desvíe
del texto original, aun cuando el lector que sea capaz, rudimentariamente al menos, de leer otras lenguas, tenga la
oportunidad de cotejar, evaluar y apreciar los textos traducidos.
De esta suerte, los poetas extranjeros, quiérase o
no, se hallan a merced de la labor más o menos digna, más o menos eficaz, de los traductores. Y aunque en el
trabajo de difundir poetas que el público desconoce todo importa: el prestigio inicial del autor, el acierto de la
presentación, el sello editorial, la calidad del libro, etc., no cabe duda que el destino de las obras y de sus autores
se deberá, en gran parte, a la eficiencia de las traducciones.
Y puesto que la pereza de los lectores se atiene a ellas, la imagen que se tenga de los poetas se basa
fundamentalmente en la versión —buena o mala, óptima o atroz, regular o inadecuada— que los
traductores estén en condiciones de ofrecer. De esta manera, los poemas de una antología, como en el caso
presente, si traducidos con decoro, darán una idea de lo que son sus autores en su lengua nativa: una idea más
o menos certera conforme a la mayor o menor equivalencia conseguida de las traducciones.
Pero el riesgo se halla en fiarse. Porque trasladar poesía de un idioma a otro es tarea ardua y
delicada y la conformación final del poema, siendo aceptable al oído, gusto y mentalidad del lector, puede
tergiversar el conjunto, suministrando una imagen falaz de lo que son en realidad el poema y el poeta. De ahí que el
cuidado de los detalles sea tan importante al traducir
Para el caso de esta antología de poetisas irlandesas, admitamos que el trabajo de la traductora y su
colaboradora luce estimable si se leen sólo las versiones. Sin embargo, teniendo a la vista los originales y
verificando el cotejo respectivo, hallamos errores demasiado evidentes que se debieron haber corregido.
El poema que
abre la colección, «Mi patria en tinieblas» de Eavan Boland, reza: "arte gentil" donde el original
dice: "gentle art". En la lengua castellana se entiende 'arte gentil' en el sentido de 'arte que no es cristiano', o
sea, un arte de idólatras o paganos. Pero la intención de Boland ha sido la de referirse a un arte apacible,
dulce, blando, tierno, etc., que son adjetivos que corresponden en nuestro idioma al inglés gentle. Si bien
'gentil' puede tomarse en castellano en el sentido de 'amable', es obvio que esta acepción
abarca la de 'cortés' y se extiende a la de 'gallardo', 'donoso', que es uso con que se le utiliza desde el siglo
XVI como se documenta en el Diálogo de la lengua de Juan de Valdés ("¿No tenéis por tan
elegante y gentil la lengua castellana como la toscana"), y aun antes, pues la curiosa reiteración de unos versos de
Juan del Encina ("con su gentil galanía. / Con su gentil gentileza" —donde 'galanía' vale por
'gallardía'—), publicados a fines del siglo XV, aseguran la significación hoy vigente. El doblete en
inglés de gentle/gentile (gentile sí equivale a 'gentil') puede que haya contribuido
al error de traducción.
Peor es en el poema «Fruit» de Paula Meehan. El verso "cupping her breast" aparece
como "ahuecar uno de sus pechos", lo que viene a ser una monstruosidad. Con el verbo cup el hablante poético
quiere dar a entender el intento de abarcar con la mano, ahuecándola, uno de los pechos de la estatua de Venus,
¡pero no ahuecarlo expresamente! Por cierto, lo de "cool / and heavy in my hand / like an apple" alude a la
frialdad moderada y firmeza del pecho que se siente en la mano como si fuera una manzana. Traducir heavy por 'pesado'
es descuido flagrante. La ambigüedad de cool es significativa.
Podríamos señalar más defectos. Por ejemplo, en la misma nota bibliográfica
correspondiente a Paula Meehan, Pillow Talk no es Conversación de almohada sino
Charla íntima, en el sentido de charla que sostiene una pareja antes de dormir. Pero detengámonos en
The Return, poema de Sarah Berkeley, cuyo segundo verso empieza: "Blind prophetess...", que se traduce:
"Ciega mujer profeta..." No hay motivo para eludir el término exacto 'profetisa'. Si ya en la traducción del
prólogo se ha optado por el calco 'mujeres poetas' donde parece previsible que se le adapte al trasladar
prophetess. Sin embargo, es más grave porque, además de no convenir gramaticalmente, la eufonía
pide "ciega profetisa", no lo feo y retardante de "ciega mujer profeta" (cf. lo que se dice a propósito de 'poetisa'
y Gabriela Mistral en Los Premios Nobel...).
Por lo que vemos, el prejuicio impera y no arredran la impropiedad del uso ni la extravagancia o
deformación de las expresiones. En el prólogo se designa a Boland, más de una vez, por "la poeta", se
explica que "la historia es sanitizada" (debería decirse "saneada"), al inglés de Paul Muldoon se le
califica de "idiomático" y se habla de que los libros de Catherine Walsh "comienzan con un sentido personal de
deslocación". "Una escena relacionada a la vida temprana de Jesús" es una calamidad de frase. Ni al verbo
relacionar rige la preposición con, ni da relieve la forma participial de tal verbo, ni "vida temprana"
atina en expresar el significado de lo que debe haber sido en el original early life.
Otras puntualizaciones habría que hacer. En la introducción John Goodby replica que Lady
Gregory "no era poeta". Puede ser que la intención del crítico inglés sea señalar que el
énfasis en la vida de la mujer de William Gregory no recaía especialmente en escribir poemas y publicarlos.
Pero con ello se omite el hecho de que sí los escribió. Compuso una serie de sonetos, A Woman's Sonnets,
años antes de ser conocida como dramaturga y animadora del renacimiento literario irlandés.
En la "Bibliografía escogida", figura descabalado el título del estudio de Guinn Batenn
que, completo, es: «Boland, McGuckian, Ní Chuilleanáin and the body of the nation» y la
paginación, que no se indica: 69–188. Asimismo, por la referencia a Medbh McGuckian, pudo haberse
incluido del mismo libro de Matthew Campbell, el estudio que sigue al de Batten: «Sonnets, centos and long
lines: Muldoon, Paulin, McGuckian and Carson» de Shane Murphy, pp. 189-208 (véase Campbell en
Referencias).
A pesar de los reparos expuestos, esta antología tiene el mérito de aproximarnos a una parte
de la poesía irlandesa, de lectura infrecuente en nuestro medio. Por lo informativo del prólogo, de la
bibliografía y de las notas, y por lo que pueda vislumbrarse de poesía auténtica entre las
máculas de las versiones, es obra digna de atención. Aquilate el lector lo que halle en ella para
enriquecimiento de su sensibilidad y de su saber.
(RL/12.7.2010)
REFERENCIAS:
CAMPBELL, Matthew (ed.). The Cambridge Companion to Contemporary Irish Poetry,
Cambridge, Cambridge University Press, 2003.
CAULFIELD, Carlota y GOODBY, John. Véase ficha bibliográfica en
Envíos.
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