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EL LARGO LAMENTO DE PEDRO SALINAS

Pedro Salinas (1865-1951) es el poeta del amor. Su obra versa acerca de un tema eterno: el amor.
Considérese cierta la primera afirmación. Pero la segunda ¿es igualmente cierta? ¿Puede decirse que hay temas "eternos"? ¿Y puede decirse que hay amor "eterno"? ¿El amor no cambia? ¿Hay sólo un amor? ¿Hay sólo una concepción del amor?
Tales preguntas no se las hacen los críticos. Los estudiosos de la literatura se aplican a asuntos más tangibles, menos arduos: el estilo, la estructura, la variación de los motivos, las continuidades, las probables lecturas, las influencias, los procedimientos. Pero Salinas se plantea la cuestión del amor. Pretende afirmar la eternidad del amor. No puede soslayarse ese hecho. La crítica y el estudio de la poesía saliniana tendrían que encararlo.

Resumamos antes los datos que proporciona Montserrat Escartín Gual en torno a la historia de edición de Largo lamento.
Escrito entre los años 1936 y 1937, Salinas intentó que se publicara en la editorial argentina Losada en 1938, sin lograrlo. A partir de esa fecha sólo aparecieron algunos poemas sueltos en publicaciones periódicas. Tras la muerte del poeta, Juan Marichal editó en 1957 una plaquette en Milán con ocho poemas del libro, bajo el título Volverse sombra.
En la Poesía completa, de 1971, al cuidado de Soledad Salinas, figuraron 21 poemas denominados por primera vez Largo lamento. La reedición de la Poesía completa en 1975 añadió 26, por lo que el total de composiciones ascendió a 47. La edición de 1981 por Barral mantuvo ese mismo número sin variaciones y diez años después Alianza lo publicó de modo independiente para completar así la trilogía de que forma parte: La voz a ti debida se había publicado en 1989 y Razón de amor, en 1990. Dicha trilogía volvió a publicarse, esta vez en un solo volumen, por Cátedra y al cuidado de Montserrat Escartín Gual, en 1995. Finalmente, en 2005 aparece Largo lamento, reducido a los 20 poemas que Escartín Gual considera que son los que, en realidad, constituyen el libro conforme al proyecto inicial de su autor.

En el prólogo, extenso y esmeradamente documentado, a esta última edición, Escartín Gual refiere que la trilogía expone los momentos sucesivos de un mismo tema: el hallazgo del amor corresponde al primer libro -La voz a ti debida-; la felicidad en compañía de la amada, al segundo -Razón de amor-, y el abandono o fracaso de la relación amorosa, al tercero, de ahí su título: Largo lamento.
La lectura del libro en cuestión confirma las observaciones de la prologuista. Garcilaso de la Vega, poeta admirado por Salinas, dejó en el siglo XVI una obra poética que hizo del amor su preocupación fundamental. Heredando aquello que se ha reflexionado sobre el tema desde Platón en El Banquete y que habría de culminar en la poesía del Renacimiento, especialmente con Petrarca, el toledano personificó sus ideas en las figuras contrapuestas de Salicio y Nemoroso en la «Égloga I». Salinas, concienzudo lector, hizo suya la noción del amor de Garcilaso, impregnándola de sugestiones procedentes de otros autores: desde Baldassare Castiglione hasta el moderno Ortega y Gasset.
Para Salinas el ejercicio del amor lleva al mejoramiento de la persona, lo cual no viene a ser sino la versión moderna y abreviada de lo sostenido por Castiglione en su manual renacentista del perfecto caballero: El cortesano. Ante el fracaso de la relación amorosa Salinas opta por idealizarla.

Como afirma Escartín Gual, Largo lamento representa la "renuncia del amor-pasión en pro del amor espiritual", y concluye que el poeta ante "la crisis de conciencia del yo" se ve "obligado a redefinir el mundo en términos espirituales".
Salinas, en efecto, al hilo de esas ideas, embellece lo vivido, idealiza el recuerdo. Dejando a un lado los rasgos de elegía de sus versos -lo cual es terreno apetecido por los críticos y lugar común para caracterizar a buena parte de la poesía española, algo que viene haciéndose desde hace décadas, tomando de modelo a Cernuda y sus seguidores, entre otros- es notoria esa sublimación del mundo circundante, aunque se le dé cabida como escenario de fondo en versión urbana y contemporánea.
En los versos de Salinas, las avenidas son "celestes"; los rascacielos, "delicados". A éstos últimos se les transfigura en

"los lánguidos y esbeltos Arlequines
en el aire ambicioso de Manhattan".

Los adjetivos llevan aquí una carga de significación ("ambicioso") y de descripción idealizadora ("lánguidos", "esbeltos") que termina por desrealizar el objeto que califican ("Arlequines"), en un tratamiento que lo convierte más bien en objeto de un mundo ideal, "poético".
Salinas elige los términos por su eufonía y connotación ("luz", "aire", "alma"), y si no ("radiograma", "calle", "coche") sirven de contrapunto dentro de una visión que opone lo ideal a lo real, lo poético a lo práctico. Por eso, en sus versos "pastan las gacelas", no vacas ni ovejas. En lo lagos bogan "cisnes", no patos ni ocas.
Por cierto, Juan Ramón Jiménez, tan lúcido siempre y adversario de Salinas, al final de su vida contrapuso a la figura del heráldico cisne la de la oca. Era un modo humorístico de trascender lo trillado de las imágenes prestigiadas por el modernismo literario hispánico de las primeras décadas del siglo XX. Y es que Pedro Salinas, aunque renueve los tópicos, como señala Escartín Gual, aunque les dé la vuelta, haciéndoles decir lo contrario u otra cosa, sigue apegado a ellos.
Los tópicos del petrarquismo: la mención de los cabellos, los efectos del amor (conforme al verso de Garcilaso: "Escrito está en mi alma vuestro gesto"), el extrañamiento al que llevan esos efectos (como en Garcilaso: "Cuando me paro a contemplar mi estado"). Las alusiones mitológicas: el mito de Dafne convertida en laurel, el nacimiento de Venus, la referencia a Orfeo y Eurídice, etc. Todo eso está remozado en Salinas, y visto a través de una misma óptica determinante.
Porque he aquí que lo que se sostiene en Largo lamento es una específica concepción de la poesía dentro de la que se halla una determinada concepción del amor. Esa concepción supone la dualidad alma-cuerpo. El poeta, ante el "error de cálculo" de la relación amorosa, opta por idealizarlo, se acoge a la eternidad. Es decir, renuncia a la materia, conforme a una visión dualista. "Sin pena o condición de carne", "sin encender las luces de sus cuerpos" -proclama en el decimoséptimo poema de Largo lamento, que sintetiza sus ideas acerca del amor.

¿Podía seguirse manteniendo tal concepción en el siglo XX: el juicio de que la instintividad rige por un lado y el espíritu por otro?
Despegándose de la realidad, Salinas poetiza. Pero la realidad es inamovible. El siglo XVI ha transcurrido sin posibilidad de retorno, y el XVII y el XVIII.
A finales del siglo XX, el conocimiento experimental de los fenómenos humanos ha arrojado datos concluyentes. La tesis planteada en 1994 por el portugués Damasio -a quien, por cierto, se le ha concedido el premio Pessoa de investigación- confirma las intuiciones de William James respecto al funcionamiento de la mente humana. Tal tesis, en concordancia con los resultados obtenidos por Jaak Panksepp, continúa el pensamiento científico que, en España, tuvo un notable expositor en Rof Carballo a partir de los años cincuenta.
El mecanicismo cartesiano había empezado a periclitar desde la primera mitad del siglo XX. Las teorías y comprobaciones en el campo de la psiquiatría, la neurofisiología y la caracterología, que van de Klages, Kretschmer y Freud en adelante, explican los logros científicos posteriores. De manera que a inicios del siglo XXI, la dualidad de materia y espíritu ha quedado para escolasticismos de épocas pasadas.
Llenarse de literatura en versos hermosos es encomiable. No lo es perseverar en conceptos caducos. Estamos abocados a la formación de distintas concepciones de la realidad humana, incluida la del amor.
¡Ah transformación de los tiempos! ¡Ah inútil lamento!



REFERENCIAS:

DAMASIO, Antonio R. El error de Descartes: La emoción, la razón y el cerebro humano, traducción de Ros Joan Domènech, Crítica, Barcelona, 2003.
ROF CARBALLO, Juan. Cerebro interno y mundo emocional, Labor, Barcelona, 1952.
SALINAS, Pedro. Largo lamento, edición de Montserrat Escartín Gual, Crítica, Barcelona, 2005.
--------------------. La voz a ti debida.- Razón de amor.- Largo lamento, edición de Montserrat Escartín Gual, Cátedra, Madrid, 1995.


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