Nº 1/ Otoño (diciembre) de 2002   HARTZ
 
 
APARICIÓN (1)
 
  La historia de Hartz está por contarse. Baste aquí una breve noticia.
En 1997 los astrónomos contemplaron, asombrados, un cuerpo estelar de raro brillo no descubierto hasta entonces. Para esa fecha se sabía ya de la existencia de otros planetas, pero este nuevo hallazgo puso en ascuas a la comunidad científica. Las características, tan especiales, de aquello que en un principio parecía una estrella situada a la más remota distancia, no coincidían con los datos arrojados por la averiguación de otros planetas. De un planeta, sin embargo, se trataba, como confirmarían los acontecimientos sucedidos durante la primavera de tal año. Pronto esos hechos previnieron de la inconveniencia de que el descubrimiento de Hartz trascendiera al público. Las informaciones, cada vez más sorprendentes, acumuladas en un torbellino de sucesos no del todo esclarecidos, se convirtieron en un conocimiento privado de pocas personas, que se lo transmitían de manera que no fuese a extenderse y continuara siendo de acceso restringido. El origen del nombre Hartz, incluso, se oscureció, y hoy día es difícil saber quien tuvo la idea de denominarlo de ese modo y las razones concretas de hacerlo.
Hartz evoca, por asociación, el sonido de palabras semejantes, entre ellas el apellido de Hertz, físico investigador de las ondas electromagnéticas que, por ello, se les conoce como ondas hertzianas. Por algún motivo, el planeta Hartz suscitó en la mente de los astrónomos la figuración de un tipo preciso de ondulaciones. Heinrich Rudolf Hertz había desarrollado la teoría de Maxwell y ese desarrollo tuvo por consecuencia el sentar las bases de la telegrafía sin hilos. Una nueva época empezaba a iluminar el mundo sin que los seres humanos se dieran cuenta del todo. Eran los inicios de la era de la información y tiene sentido que ahora, aquí, Hartz surque los espacios del entendimiento para hallar su sitio en la imaginación de cada uno. Aquellos años -finales de siglo XIX y primeros del veinte- eran un principio. Las innovaciones de la tecnología se sucedieron a un ritmo vertiginoso, la guerra estremeció al mundo y los cambios de mentalidad surgieron en todas partes. Hartz, por un momento, nos los ha traído a la memoria.
¿Hartz? ¿Ese planeta remoto donde, quizá, se ama, se ríe y se teme de otra manera? ¿Un planeta sin guerras, sin miseria ni hambrunas ni odio? La revista que ahora aparece constituye un homenaje a ese planeta probable, que brilla y que goza desde la lejanía en los espacios infinitos. Y es en este instante, libre, efímero, como el lugar en el que transcurre, en el que la aventura de la revista Hartz da comienzo. Son estas las características de la presente publicación electrónica. No tiene restricciones, más que las de la dignidad literaria e intelectual, a sabiendas de que en las ondas por las que navega se contiene todo espécimen y se transmite toda clase de información. Es teoría, probablemente cierta, que el espacio interestelar está poblado de bacterias, y que éstas serían en su viaje a la tierra el origen de la vida. Entre bacterias y virus de toda laya, Hartz se atreve a atravesar los espacios. Y los poetas que se suban a esta nave han de saber que por poetas están en ella, por gracia de la poesía y no por otra cosa. No es esta una publicación para celebrar personalidades, para confirmar trayectorias o reafirmar reconocimientos sociales o de otro tipo. La revista Hartz se dedica, sencillamente, a exponer poesía, y como la poesía es criatura errante, caprichosa y esquiva no se pretenda hallarla donde dicen que se halla, pues sólo está donde tiene que estar. Aquí estará -empieza a estar- cuando deba estarlo. En Hartz, por tanto, nos enorgulleceremos de haberla acogido, pero no podemos garantizar su existencia todas las veces. Ello no significa que prevariquemos con respecto a la calidad de las colaboraciones, sino que, conscientes de la extrema incertidumbre en que descansa la literatura, y en concreto la poesía, por su diversidad de perspectivas, de propuestas, de maneras, dejamos siempre un margen de crédito a los autores seleccionados, recurriendo a un criterio amplio, no restrictivo, a fin de que no lleguen a escabullírsenos, por exceso de rigor, los valores de la poesía auténtica. La revista Hartz quiere ceder el paso a la verdadera poesía de su tiempo y a la que estará más allá de éste. Porque esta nave, como advertirá el internauta, no es, en el fondo, sino barca que ayuda a los poetas a surcar las ondas oscurísimas -sólo provistos de un fulgor momentáneo, como traído de otros mundos-, en el viaje que va de la memoria al olvido, y custodiados por el barquero, carísimo Caronte.
Conforme a los lineamientos antedichos, este primer número consta de las siguientes secciones, que serán aquellas en que normalmente se repartirá el contenido de la revista Hartz:
  • Además de la página editorial, la fundamental sección, titulada "De la armonía", en la que figuran cinco poemas de cinco poetas españoles.
  • La sección "Contra el ruido" -dedicada a artículos o ensayos, que se pretende que consistan en dilucidaciones concretas, no en nebulosidades teóricas o escritos laudatorios-, se inicia, a propósito, con un artículo del Director en torno al momento de conciencia plena de ruptura e inicio de un nuevo período en la personalidad de los dadaístas.
  • La sección de novedades, "Otras apariciones", está destinada a reseñas, noticias o comentarios de actualidad relacionados con la poesía o la literatura en general, tanto española como extranjera. En este número se intenta dar a conocer una poeta inglesa en auge, desconocida en los medios de habla española.
  • La revista Hartz incluye, además, un suplemento, un Libreto, que, dispuesto como unidad adicional fuera del índice, sugerimos que siempre se le eche un vistazo, pues se ha previsto que contenga documentación y textos de particular interés. En el presente número tenemos la versión original de un poema de Leopardi y su correspondiente traducción.
  • Respecto a las traducciones, aquellas en las que no conste el nombre del traductor, independientemente de la sección en donde se hallen, atribúyanse al Director de Hartz.
Aclaremos algo finalmente. La advocación de un planeta, el epígrafe, el poema de Leopardi y su traducción que no confundan. Pese a presuponer infinidades y armonías dentro de ellas, ni la revista Hartz ni su Director apuestan por romanticismos caducos, o que debieran serlo, de ninguna clase. Mal estaría concebir la poesía como luz en la oscuridad de una época, como respuesta a una actualidad en transformación continua, réplica lúcida al terrorismo, la guerra, los poderes confabulados, tal y como se daba en boca de dadaístas; mal estaría asumirla de esa manera, subir a la barca con rumbo al Olvido y optar, a un tiempo, por el romanticismo. ¡Fuera de esta nave, al igual que los mediocres oportunistas o los sentimentales reciclados, extemporáneos mitos románticos! Y si aparecen en el horizonte unos y otros, reciban las carcajadas de los astros. Porque, herederos de los modernos, de eso se trata. No de romanticismos ni de posmodernidades, sino de ultramodernidad. Y fiat Hartz!

Madrid/4-11-2002
volver